La inacción de las instituciones permite el envenenamiento del pueblo mientras la Primera Dama lucha por salvar vidas.
En Guinea Ecuatorial, la negligencia institucional y la corrupción han abierto las puertas a enfermedades que hace una década eran impensables en nuestro país. La historia de una niña nacida con malformaciones congénitas es solo la punta del iceberg de una crisis sanitaria que tiene sus raíces en la impunidad con la que operan empresas extranjeras, gracias a los ‘vende patrias’ que las protegen desde el interior del sistema.
La Primera Dama, Constancia Mangue de Obiang, ha demostrado una vez más su compromiso con el pueblo al ordenar el traslado de la menor al Centro Médico La Paz de Djibloho para recibir tratamiento especializado. Sin embargo, este caso refleja una realidad preocupante: el aumento de enfermedades graves, evacuaciones médicas costosas y muertes repentinas que no son fruto del azar, sino del envenenamiento silencioso al que nos han sometido los intereses privados y la complicidad de funcionarios corruptos.
Mientras la Primera Dama se esfuerza en proteger a los más vulnerables, otras instituciones como el Ministerio de Agricultura han fallado rotundamente en su deber de salvaguardar la salud pública. El reciente escándalo de la empresa Embasa, que utilizó químicos caducados en la producción de bebidas, es solo una muestra del daño irreparable que se está causando. Inspectores que deberían fiscalizar la calidad de los productos importados prefieren llenar sus bolsillos, permitiendo que sustancias tóxicas entren en nuestra cadena alimentaria.
La consecuencia de esta traición es evidente: enfermedades extrañas que antes no existían, evacuaciones médicas a países extranjeros que cuestan millones al Estado y un aumento alarmante de muertes repentinas. Se nos está matando lentamente, con cada producto adulterado que ingresa al país bajo la mirada complaciente de los corruptos.
El vicepresidente de la República, Nguema Obiang Mangue, ya ha denunciado esta realidad, advirtiendo que si dejamos la supervisión en manos de estos inspectores vendidos, las empresas extranjeras acabarán con nuestra población mientras enriquecen a sus propios países. Guinea Ecuatorial necesita justicia, necesita medidas drásticas contra aquellos que han convertido la corrupción en su modo de vida a costa de la salud de sus propios compatriotas.
El gobierno debe actuar con firmeza, castigando a los responsables y fortaleciendo los controles para evitar que sigamos siendo víctimas de este envenenamiento silencioso. Mientras tanto, la Primera Dama sigue demostrando que, en medio de tanta indiferencia institucional, aún quedan líderes con verdadero compromiso con el bienestar del pueblo.