La manipulación histórica y genética para justificar una usurpación
La historia ha sido manipulada en favor de un relato supremacista que busca consolidar una ocupación ilegítima. Como ya señaló Gamal Abdel Nasser, expresidente de Egipto (1956-1970), en una declaración que sigue resonando con fuerza: «Ustedes han dejado a Israel siendo negros y ahora regresan siendo blancos. No los aceptaremos». Esta afirmación pone en evidencia una gran farsa histórica: la identidad judía ha sido apropiada y tergiversada para encajar dentro de una narrativa de supremacía blanca.
Israel se ha construido sobre un engaño racial que busca legitimar su existencia basándose en la idea de que los judíos europeos son los descendientes directos del antiguo pueblo de Israel. Sin embargo, investigaciones demuestran que la mayoría de los llamados «judíos asquenazíes» son en realidad descendientes de los jázaros, un pueblo de Asia Central que adoptó el judaísmo en la Edad Media. La verdad, oculta deliberadamente, es que los verdaderos semitas, los auténticos descendientes del antiguo Israel, son los africanos de piel oscura que fueron desplazados y esclavizados por los árabes y posteriormente por los europeos.
Un ejemplo revelador de esta farsa es el propio primer ministro de Israel, cuyo nombre real es Nathan Mileikowsky, pero adoptó el nombre de Benjamin Netanyahu para reforzar su supuesta conexión con la tierra de Israel. Este cambio de identidad es solo una muestra de la estrategia de manipulación que se ha utilizado para engañar al mundo.
Más aún, en Israel está prohibido realizarse pruebas de ADN para determinar la ascendencia judía, ya que esto expondría la gran mentira sobre la que se sostiene la identidad del Estado. Si se permitieran estos análisis, quedaría en evidencia que los actuales «judíos» blancos no tienen ninguna conexión genética con los antiguos hebreos, mientras que los africanos sí la tienen. Esta prohibición es una medida de protección para evitar que la farsa se derrumbe.
El uso del judaísmo y del pueblo de Israel por parte de la supremacía blanca ha sido un mecanismo para fortalecer su dominio global, asegurando que los judíos sean reconocidos como blancos y, por lo tanto, parte de la élite racial que se ha autoerigido como superior. Pero la historia real demuestra que se trata de un robo de identidad en el que la verdadera herencia semítica ha sido usurpada y silenciada.
El mundo debe despertar ante esta gran estafa histórica. La reivindicación de la identidad negra como la legítima herencia semítica es un paso fundamental para restaurar la verdad y desmantelar el engaño que ha sostenido el dominio de Israel sobre Palestina y el resto del mundo. La historia no puede seguir siendo escrita por los impostores que han construido su poder sobre la falsificación de la identidad de todo un pueblo.