Pekín responde con dureza a EE. UU., elevando aranceles a niveles históricos y desatando temores de una nueva ola de tensión económica global.
PorUnaGuineaMejor – 11 de abril de 2025
En un movimiento que sacude los cimientos del comercio global, China ha elevado sus aranceles sobre productos estadounidenses del 84% al 125%, como respuesta directa a las últimas medidas económicas impuestas por la administración de Donald Trump. Este enfrentamiento entre dos gigantes no solo redefine el equilibrio del poder mundial, sino que pone en alerta a todos los países en desarrollo, especialmente aquellos con economías dependientes y estructuras frágiles como Guinea Ecuatorial.
Lo que hoy parece una «guerra comercial» podría ser mañana el preludio de una guerra real. La historia nos ha enseñado que cuando las grandes potencias entran en crisis, no dudan en buscar recursos fuera de sus fronteras. Y, en medio de este nuevo desorden global, África —y en especial sus países ricos en petróleo, gas y minerales como el nuestro— corre el riesgo de convertirse en terreno de disputa.
No olvidemos que Europa, otro gran bloque económico, carece de los recursos naturales necesarios para sostener su estilo de vida. Su prosperidad ha dependido históricamente de sus excolonias. Y si sus intereses vitales se ven amenazados, no dudarán en reactivar mecanismos de recolonización, ya sea mediante intervenciones militares, imposiciones económicas o guerras por «causas humanitarias».
Guinea Ecuatorial debe despertar ante esta nueva realidad. No es momento de confiar ciegamente en los tratados ni en las promesas diplomáticas. Es momento de replantear nuestra soberanía, de invertir en autosuficiencia alimentaria, energética, tecnológica y militar, tal como lo han hecho naciones como Rusia o Corea del Norte, que, pese a las sanciones y presiones internacionales, se mantienen firmes e intocables. No porque sean más grandes, sino porque han entendido que la independencia real se construye desde dentro.
Este nuevo orden mundial no tendrá piedad con los débiles. Las alianzas ya no se basan en principios, sino en intereses. Y si no nos preparamos ahora, corremos el riesgo de ser las primeras víctimas en un tablero de ajedrez donde no movemos fichas, pero sí somos parte del juego.
El futuro no se hereda, se construye.
Y empieza por abrir los ojos a lo que ya está ocurriendo.