Una nación negra que niega su herencia africana, persiguiendo a los más vulnerables en nombre de una pureza que no existe
La República Dominicana es un país de mayoría negra que, paradójicamente, dedica más energía a negar su negritud que a construir una sociedad justa. Su obsesión por distanciarse de Haití y de África ha llegado a niveles grotescos: deportaciones masivas de mujeres haitianas embarazadas, madres recientes y hasta recién nacidos, arrancados de hospitales públicos como si su mera existencia fuera una amenaza.
El presidente Luis Abinader justifica esta brutalidad con un discurso de «protección nacional», afirmando que la «generosidad dominicana no será explotada». Pero lo que realmente está explotando es el mismo odio anti-negro que ha marcado la historia del país. No se trata de seguridad, ni de legalidad. Se trata de pánico racial, de un esfuerzo sistemático por borrar cualquier rastro de haitianidad—y, por extensión, de afrodescendencia—en suelo dominicano.
El Trauma Colonial: Mulatos por Conveniencia, Negros por Negación
En la República Dominicana, el mestizaje no se celebra, se usa como escudo. Generaciones de dominicanos han crecido aprendiendo a llamarse «indios», «morenos» o «mulatos», pero nunca negros. El término se reserva para los haitianos, los «otros», los despreciables. Es una gimnasia mental heredada del colonialismo español y reforzada por la dictadura de Trujillo, que masacró a miles de haitianos en 1937 para «blanquear» la frontera.
Hoy, ese mismo desprecio se repite con políticas de estado. Más de 180,000 haitianos deportados en seis meses, muchos de ellos nacidos y criados en República Dominicana, demuestran que el objetivo no es regular la migración, sino purgar la sociedad de negritud indeseada. ¿Por qué tanta saña contra mujeres embarazadas? Porque simbolizan el «peligro» de más negros en el futuro dominicano.
Haití: Víctima del Mundo, Chivo Expiatorio de Dominicana
Los haitianos no huyen por gusto. Huyen del colapso creado por siglos de saqueo occidental:
- La deuda que Francia impuso a Haití por atreverse a liberarse en 1804.
- Las invasiones estadounidenses.
- Las dictaduras respaldadas por potencias extranjeras.
En vez de solidaridad, la respuesta dominicana es redadas, separación familiar y bebés arrancados de incubadoras. Mientras, la élite política y empresarial dominicana—muchos de ellos tan negros como los que persiguen—se beneficia del trabajo barato de haitianos en plantaciones y construcciones.
Vergüenza Internacional… y Silencio Cómplice
Organismos internacionales condenan las deportaciones, pero el mundo sigue viendo a República Dominicana como un «paraíso turístico», ignorando su apartheid silencioso. Mientras, la sociedad dominicana normaliza discursos como:
- «No somos negros, somos dominicanos» (como si fueran mutuamente excluyentes).
- «Haití es un hoyo, nos van a invadir» (repitiendo consignas de supremacistas).
Es patético. Es cobarde. Y lo peor es que muchos dominicanos negros—víctimas también de este lavado cerebral—repiten estas ideas mientras niegan su propio reflejo.
Conclusión: Hasta Cuándo la Farsa?
La República Dominicana no resolverá sus problemas reales—desigualdad, corrupción, falta de servicios—persiguiendo a mujeres haitianas. Pero el racismo internalizado es un veneno lento: mientras más nieguen lo que son, más violenta será su crisis de identidad.
Hoy son haitianos; mañana, ¿quién será el próximo «negro inconveniente»?
Fuentes:
¿Cuántas generaciones más tendrán que sufrir antes de que Dominicana enfrente su propia historia?