Un extranjero blanco presume de infectar deliberadamente a decenas de mujeres kenianas con VIH, revelando la persistente admiración tóxica hacia el «hombre blanco» y las desigualdades postcoloniales que facilitan la explotación
En agosto de 2020, las redes sociales en Kenia y Uganda estallaron en furia colectiva ante las publicaciones de Mike Oliver, un hombre blanco extranjero que se jactaba de haber mantenido relaciones sexuales con más de 40 (algunas versiones hablan de hasta 50) mujeres kenianas en solo tres meses, infectándolas intencionalmente con VIH. Oliver, quien describía su estancia como una experiencia de «turismo sexual», compartió fotos de las mujeres involucradas, argumentando que muchas de ellas —incluidas casadas— buscaban dinero o el supuesto «estatus» de relacionarse con un mzungu (hombre blanco). El caso dejó, según los reportes virales, al menos dos matrimonios destruidos y varios embarazos no deseados.
La indignación fue inmediata y visceral en los medios locales y comunidades africanas. El Congreso de Pastores de Nairobi condenó duramente a Oliver, calificándolo como un depredador irresponsable que huía del país tras causar devastación. Periódicos kenianos como The Star publicaron columnas furiosas, argumentando que «hombres como Mike Oliver deberían enfrentar el pelotón de fusilamiento» por su crueldad y por explotar vulnerabilidades económicas y sociales. La historia se originó en publicaciones ugandesas que revelaron que Oliver había estado antes en Kampala, repitiendo el patrón: al menos dos mujeres por noche, antes de mudarse a Nairobi.
Este caso no es aislado; refleja una realidad dolorosa que muchos africanos señalan con amargura: la persistente idealización del hombre blanco, un legado directo del colonialismo que terminó hace apenas seis décadas (Kenia en 1963, Uganda en 1962). Durante siglos, los poderes europeos saquearon el continente, cometieron atrocidades y genocidios, y sembraron divisiones que aún persisten. Sin embargo, en la era postcolonial, algunos segmentos de la sociedad —especialmente mujeres en situaciones de precariedad económica— caen en dinámicas donde el «prestigio» de un extranjero blanco o sus promesas de dinero las exponen a riesgos extremos. Como señalan comentaristas locales en redes y artículos de opinión, esto evoca un «síndrome de Estocolmo» colectivo: admirar y buscar proximidad con quienes históricamente representaron opresión.
El VIH/SIDA, que ha devastado desproporcionadamente a África subsahariana debido a factores como pobreza, desigual acceso a salud y migraciones forzadas por legados coloniales, se convierte en arma en manos de depredadores como Oliver. Los medios africanos destacaron cómo estos turistas sexuales blancos aprovechan desigualdades de poder racial y económico para tratar el continente como un patio de recreo, sin consecuencias. La furia popular no solo apuntó a Oliver —quien desapareció tras el escándalo—, sino a la necesidad de despertar colectivo: rechazar la glorificación del blanco que facilita tales abusos y fortalecer la dignidad africana frente a exploitores modernos.
Este episodio, ampliamente cubierto y condenado en prensa local, sirve como recordatorio crudo de que las heridas del colonialismo no han cicatrizado. Mientras extranjeros como Oliver ven África como terreno de conquista sexual, comunidades enteras pagan el precio en salud, familias rotas y trauma colectivo.
Fuentes:
- The Star Kenya (31 de agosto de 2020): «Why men like Mike Oliver should be put on the firing squad» – https://www.the-star.co.ke/news/2020-08-31-why-men-like-mike-oliver-should-be-put-on-the-firing-squad
- Hot 100 UG (Facebook, 23 de agosto de 2020): Publicación inicial sobre las alegaciones en Kenia y referencia a Kampala – https://www.facebook.com/hot100ug/posts/3217817524965153
- LinkedIn (Aukot Simon, 24 de agosto de 2020): Análisis psicosocial y legal del caso en Kenia – https://www.linkedin.com/pulse/psychosocial-legal-view-mike-olivers-case-scenario-kenya-aukot-simon
- Diversas publicaciones virales en Instagram y YouTube de agosto 2020, incluyendo condenas del Nairobi Pastors’ Congress y reportes sobre el patrón en Uganda.