Inspectores corruptos en nóminas empresariales permitieron que Embasa intoxicara sin piedad a los ecuatoguineanos, mientras el ministro ignoraba su deber de supervisión.
La traición del Ministerio de Agricultura: corrupción y muerte.
El escándalo de la empresa Embasa ha destapado una realidad alarmante: la podredumbre dentro del Ministerio de Agricultura de Guinea Ecuatorial. La responsabilidad directa de esta tragedia sanitaria recae en su titular, quien ha permitido que los inspectores veterinarios se conviertan en meros burócratas cobrando salarios sin supervisar lo que realmente ocurre en el terreno. Peor aún, estos funcionarios aparecen en las nóminas de las empresas a las que supuestamente deben vigilar, lo que los convierte en traidores a su nación, dispuestos a envenenar a su propia gente por un puñado de francos.
El propio vicepresidente de la República, Nguema Obiang Mangue, lo ha expresado con contundencia: “Si esperamos de los inspectores de comercio, las empresas nos asesinan a todos y vuelven ricos a sus países.” ¿Cómo es posible que estos funcionarios, con la responsabilidad de velar por la salud pública, permitan que empresas como Embasa utilicen químicos caducados para producir bebidas consumidas por la población? La respuesta es clara: corrupción, negligencia y una alarmante falta de patriotismo.
Este caso no es un error aislado, sino la muestra de una gestión ineficaz y permisiva que ha puesto en riesgo la vida de miles de ecuatoguineanos. Es inadmisible que inspectores que deberían proteger a la ciudadanía se conviertan en cómplices de su envenenamiento. Estos vende patrias no solo traicionan su deber, sino que han demostrado ser capaces de ver morir a sus propias familias con tal de mantener su bolsillo lleno.

El pueblo ha demostrado estar más alerta que el propio ministerio. Fueron ciudadanos quienes destaparon este crimen, obligando a las autoridades a reaccionar. ¿Qué habría pasado si esta denuncia no hubiese salido a la luz? Embasa habría seguido intoxicando impunemente a la población mientras los inspectores miraban hacia otro lado, aferrados a los sobres de dinero sucio que les entregaban bajo la mesa.
El Gobierno debe tomar medidas ejemplares. No basta con suspender a los inspectores o sancionar al ministro con un castigo simbólico. Guinea Ecuatorial necesita servidores públicos comprometidos con el bienestar del pueblo, no traidores que lo venden al mejor postor.