El cierre de medios públicos en EE.UU. revela la verdadera cara de una nación que, bajo la fachada de la «tierra de las libertades», ha practicado la censura y el control informativo.
En una jugada que recuerda a las tácticas de los regímenes autoritarios que Estados Unidos suele criticar, el presidente Donald Trump ha ordenado el cierre de medios públicos financiados por el gobierno, incluyendo la emblemática Voice of America (VOA), así como otras emisoras como Radio Free Europe y Radio Free Asia. Esta decisión ha dejado a más de mil periodistas y empleados en una suspensión administrativa, sin acceso a sus lugares de trabajo. El País
La administración justificó esta medida argumentando que los contribuyentes no deberían financiar lo que calificó como «propaganda radical». Sin embargo, esta acción ha sido vista por muchos como un intento descarado de silenciar voces críticas y controlar la narrativa informativa, una estrategia típica de las dictaduras que Estados Unidos históricamente ha denunciado.El País+1LA GACETA+1
Durante décadas, Estados Unidos se ha autoproclamado como el bastión de la libertad y la democracia, exportando estos valores a otras naciones, a menudo a través de intervenciones directas. Sin embargo, la reciente censura de medios públicos revela una hipocresía flagrante: mientras se erige como defensor de la libertad de prensa en el extranjero, en casa adopta medidas represivas propias de los regímenes que critica.
La pregunta que surge es inevitable: ¿Debería la comunidad internacional considerar intervenir en Estados Unidos para «restaurar» la democracia y la libertad de prensa? Si aplicáramos la misma lógica que Washington ha utilizado para justificar intervenciones en otros países, la respuesta sería afirmativa. Sin embargo, esta situación también expone una verdad incómoda: la democracia en Estados Unidos ha sido, en muchos aspectos, una ilusión cuidadosamente construida y vendida al mundo.
Con el auge de la información instantánea y la capacidad de las personas para acceder a diversas fuentes en tiempo real, la fachada de Estados Unidos como la «tierra de las libertades» se desmorona. La censura, la manipulación informativa y la represión de voces disidentes no son prácticas nuevas en el país; simplemente, ahora son más visibles para el mundo.
Es momento de que la comunidad internacional reevalúe su percepción de Estados Unidos y reconozca que, detrás de su retórica de libertad y democracia, se esconden prácticas autoritarias que han sido ignoradas o justificadas durante demasiado tiempo. La verdadera democracia no se mide por las palabras que un país profesa, sino por las acciones que lleva a cabo en defensa de la libertad y los derechos de sus ciudadanos.